La primera vez que un turbo llegó al motor de un auto de producción fue en 1962 de la mano de Oldsmobile. Antes de esto, los turbos sólo se utilizaban en la aviación para compensar la pérdida de potencia debido a la baja presión atmosférica en las alturas. Fue entonces que la compañía vió la oportunidad de exprimir más potencia del motor V8 e iniciaría –años más adelante- todo un furor por nombrar Turbo a todo en los 80. Hoy en día se utilizan en motores pequeños para mantener el consumo de combustible y emisiones de CO2 lo más bajos posibles sin escatimar potencia, convirtiéndose en un aditamento tan importante que poco a poco provocará la desaparición de los motores aspirados de aspiración natural.